jueves, 20 de febrero de 2014

Sexo casual: I

Abrió los ojos y se mordió el labio inferior cuando sintió que la penetró. No quiso mirar, no quiso respirar, no quiso pensar lo que pasaría a continuación, sólo se dedicó a contener los quejidos dolosos conforme dos de los dedos de su amante entraban y salían lentamente de su interior. Pensó que se rompía y rezó para que todo terminara rápido, pero la mujer no parecía tener intenciones de salir.

En un momento imprevisto, su amante se quitó. Ella sintió el alivio: sus paredes vaginales ya no se extendían. Respiró profundamente y se dio cuenta de que había estado sudando mucho, lo suficiente como para humedecer la sábana que la dueña de la casa había tendido en el sillón. Se incorporó con lentitud, sintiéndose extraña. Dirigió la mirada hacia la mujer que la había "convencido" de tener sexo.

 Eras virgen le dijo como si fuera todo un hallazgo, como si no se lo hubiera repetido durante la última media hora mientras le pedía que tuviera cuidado... como si no se lo hubiera comentado por lo menos cinco veces en los dos años que llevaban de ser amigas.

"¿Y tú?", quiso preguntar. Pero sabía perfectamente que la mujer, su mejor amiga, Elena para mayores referencias, se había acostado con por lo menos 3 hombres y unas 8 mujeres. Ahora ella figuraba en esa lista. ¿Por qué? Se sintió vacía y usada, alejada por completo de la relación cordial de amistad que tenía con Elena.

Sentada en el sillón, con la sábana revuelta bajo ella, mirando a Elena en ropa interior, se preguntó por qué tenía que amarla tanto... si no la amara tanto, nunca habría aceptado tener sexo, nunca habría tenido la esperanza de ser correspondida aunque sea en esos segundos de pasión. Nunca.

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