miércoles, 12 de febrero de 2014

Coincidencia

También fue una coincidencia que esto empezara más mal que bien, ¿no lo crees? Si hubiera empezado bien tal vez no estaríamos aquí, tomándonos de las manos, como en una película romántica. Tampoco compartiríamos labios, mejillas y lágrimas, ni se rozarían nuestros cuerpos desnudos con una pasión que se reconstruye cada vez que aparece. Faltarían muchas cosas en nuestras vidas; en la tuya, una mujer ya no tan joven, impulsiva y berrinchuda, y en la mía una mujer con algunas arrugas pintadas en el rostro, ególatra y amorosa.

¿No te alegra que haya sido así? Tuvo su punto bueno, después de todo. Mira nuestros dedos, enlazados como viejos amantes. Ahora observa el horizonte, el sol que se está ocultando, el lago, los patos que seguramente ya no son los mismos que abrazaba a la fuerza. Es bello y me alegra estar aquí contigo. Me gusta ver los árboles y pensar que ellos nos reconocen, que aquel árbol de hojas claras y anchas nos vio pelear un día, y que el de más allá, el de hojas pequeñitas, nos vio besarnos como si no hubiera mañana.

¿Recuerdas cuando lloraba por el pasado? Aquí mismo, en este bosque, junto a esta agua más verde que azul, lloré muchas veces. No siempre fue por el pasado, debo reconocerlo, a veces era por el presente. Y ahora lloro por el futuro, un futuro prácticamente inexistente. Pero ha sido bueno, así que no debemos estar tristes. Ya no recuerdo cuántos años han pasado, mas sí recuerdo los momentos felices, las angustias, las veces que me has apoyado y que yo he intentado apoyarte.

Estoy cansada. ¿Me perdonas por no poder estar contigo más tiempo? Ya sabes que no es por mí, es por la enfermedad que me está consumiendo, me desgarra por dentro. Y duele, pero lo que más duele es tener que dejarte. De verdad, gracias por acompañarme hasta acá.

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