sábado, 16 de febrero de 2013

Tiempo



El tiempo pareció detenerse en ese momento.

Las luces que iluminaban los salones llegaban débiles y agonizantes hacia la parte de los baños. Ella no tenía preocupación alguna, deseo escondido o ganas de huir de allí. Ella no sentía más que la terrible necesidad de ir al baño. Cuando llegó a éste, sintió que la semi-oscuridad la envolvía, tenue, amigable, secreta. Se ocupó de sus asuntos y salió a paso lento, como si no quisiera volver al aula.

Mas el tiempo pareció detenerse en ese momento.

Su mirada estaba fija en el piso, tal vez buscando una moneda sin dueño. Levantó lenta y distraídamente la vista, sin pensar en nada concreto pero en casi todo a la vez, y la vio allí, de pie frente a ella. Estaba segura de que iba caminando hacia el baño y, al verla con su paso lento y su expresión relajada, se había detenido para contemplarla mejor.

El tiempo, el tiempo...

Ella quiso hablar pero no pudo moverse. Tampoco sabía qué pensar. Sólo estaba allí, frente a quien quiso mucho, frente a quien la había abandonado por otro amor, frente a Tina. Ella sintió el irremediable deseo de echarse a correr, de dejarse caer en el suelo y comenzar a llorar, de recoger esa piedra y tirársela pero era sólo un deseo, su cuerpo ya no servía.

...iba a...

Tina tampoco le habló y ella lo lamentó mucho. Le habría gustado escuchar un "perdón", un "aún te amo". Le habría gustado consolidar todas esas ilusiones. Sintió dolor al despegar los labios para respirar, el aire que por la nariz entraba no le era suficiente, ya no se daba a basto. Lento, lento, muy lento, movió su pierna derecha. Le dolía también. Moverse dolía.

...detenerse.

Sus piernas comenzaron a responder, siempre con dolor. Arrastró sus zapatos con tacón por el suelo y se colocó junto a Tina. Pensó en decirle "adiós" pero la situación no era acorde. Iba a dar otro paso pero sintió que su muñeca se había quedado en el mismo lugar. Tina la había sujetado. Ninguna de las dos se movió más. Ella miraba hacia el suelo de nuevo. ¿Moneda?

Y el tiempo se detuvo.

Ahora era un beso, tal vez el último de esa vida. Todo se quedó como estaba. Todo se volvió blanco. No volvieron a saber nada de esa realidad, de nada más. Sólo quedaba ese beso sostenido en la nada, el sabor amargo de las lágrimas y del momento final, el rojo de sus emociones. El tiempo sí se detuvo y ya nunca volvieron a verse.

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