Le agarró las nalgas con las dos manos, justo como si fuera…
— ¡…un cartón de chelas!
La joven morena de cabello oscuro no respondió. Pareció quedarse perpleja por un rato, sin dejar de apretar las nalgas de la castaña.
— ¿Eres sorda o qué? —preguntó con indignación la castaña.
La morena siguió sin responder, tal vez tratando de descifrar las extrañas e intrincadas palabras de la otra.
— No te entiendo —dijo por fin, apretando aún más esas nalgas carnosas.
La castaña se exasperó. Respiró profundo y, sin poderse liberar, le dio una bofetada.
— ¡¡Que no soy un cartón de chelas!!
Lejos de enojarse o tallarse la mejilla, la morena empezó a reír. Su actitud desenfadada insultaba un poco a la otra pero ya qué se le iba a hacer.
— Mujer, con este culo, eso eres.
La castaña alzó los hombros en señal de paz y la besó. Después, el juego sexual continuó.
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