martes, 29 de enero de 2013

Amarillo demencial: V



La pintura del departamento era ahora amarilla, un amarillo fuerte que casi brillaba en la oscuridad y a veces incluso cuando el sol iluminaba demasiado. Habían ido juntas a una tienda de pinturas y habían revisado todos los colores. Ambas estaban de acuerdo en que el amarillo era el color ideal porque proporcionaba la ilusión de un espacio mayor y porque también combinaba con el cuadro de la habitación.

Mirna le había dado un nombre al cuadro: eterno amarillo. En realidad estaba en su derecho pues ella lo había pintado. Le había contado a Janet que cuando iba en la secundaria pintaba bastante; incluso fue a los concursos de pintura y llegó una vez a la fase nacional, aunque no se llevó ningún lugar. La obra que decoraba el cuarto databa del último año de preparatoria. Desde esa fecha, no había vuelto a pintar.

Janet le había preguntado la razón de su deserción pero no había necesitado una respuesta, sus ojos habían reflejado la tristeza que aún le provocaba el incidente que había sufrido con aquel hombre. Por lo mismo Janet no sentía la confianza necesaria para pedirle que hicieran algo más que besarse y tocarse por encima de la ropa.

—Mirna, ¿podemos… ver una película? —al final, tuvo que morderse la lengua y pensar más rápido de lo habitual.

Mirna no le respondió. Comenzó a besarle el cuello despacito. La respiración de Janet se aceleró perceptiblemente. Ya hacía mucho que nadie le daba besitos, ni abrazos, ni… Lloraba. Últimamente, le pasaba muy a menudo. Estaba sensible porque era la primera ocasión en la cual experimentaba amor sincero.

Como ocurría cada vez que lloraba sin motivo aparente, Mirna la abrazaba como si se le fuera la vida en cada lágrima. Le daba pequeños besos en la cabeza y le contaba historias divertidas que había leído en las revistas de chismes. A ella también se le veía feliz de verdad y a pesar de que casi nunca lloraba, mostraba señales de tristeza momentánea.

—¿Crees que ya estamos listas, Janet? —le susurró al oído cuando la aludida estaba cerca del sueño.

—¿Para qué?

—¿No es obvio?

Hacía mucho que Mirna no tenía sexo. Ni siquiera había accedido a abrir las piernas en su relación anterior, la que había entablado con una chica dos años mayor que ella. Así que en total sólo había sufrido una penetración. Y la verdad es que le daba un poco de miedo. Quizá sí tenía un trauma.

—Yo creo que ya estoy lista —dijo Mirna con las manos frías y sudorosas.

Janet le sonrió. Ella también estaba lista. Aunque cabía notar que nunca se había imaginado cómo hacerlo con una mujer. No es que no hubiese visto películas en las cuales dos chicas se chupaban las partes íntimas pero… simplemente no se lo imaginaba. Además, el porno era muy irreal, habría otras formas, ¿no?

De repente, sintió ansiedad. Estaban acostadas. Habían estado besándose, llorando —especialmente Janet— y acariciándose, exactamente en ese orden. Luego habían permanecido en un abrazo perpetuo mientras pensaban cómo pedirle a la otra que tuvieran relaciones sexuales.

Pensó de nuevo en las películas para adultos y en las rubias voluptuosas que se besaban obscenamente. Como era la norma, después aparecía un hombre más o menos marcado con el miembro de fuera y les daba placer a ambas. Denigrante. A ella no le gustaría que le hicieran algo así.

Mirna le metió la mano debajo de la ropa interior. Estaba fría. Janet se dejó tocar aunque la mano fuera un poco inexperta. Incluso empezó a sentir algo parecido al placer. Mirna se detuvo en seco.

—Perdóname, es que no sé cómo…

Janet no se detuvo a escuchar sus excusas. La besó con todo y lengua, la recostó colocándose encima y acarició sus pechos. Luego le alzó la blusa y el top y contempló sus pechos redondos. Eran grandes pero para nada de mal gusto. Esa vez, fue Mirna quien lloró.

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