viernes, 22 de diciembre de 2017

[Deep Deep Ocean] 13. Querer es poder



13. Querer es poder


Hace frío y Nube casi extraña el calor que hacía en la playa dos semanas antes. No recuerda haber pasado tanto frío en su vida y se pregunta si será cierto que el mundo se está calentando y eso está haciendo que las estaciones cambien y que el clima sea más extremo. Quizá se trata sólo de su imaginación o de que el calentador que compraron no abarca toda la habitación. De cualquier manera, ese es parcialmente el motivo por el que Martina y ella han decidido arrebujarse en el sofá y celebrar la Navidad viendo comedias románticas y comiendo palomitas de maíz.

Nube tuvo la idea de celebrar el ritual de la cena porque era una tradición que tenía lugar en su casa cada año, invariablemente, sin importar el estado de las relaciones de los invitados, pero Martina alegó que ninguna de las dos sabía cocinar y que, más importante, hacía mucho frío para sentarse en el comedor sólo por cumplir con un compromiso social.

―¿Entonces tú nunca has celebrado la Navidad? ―le había preguntado Nube, mitad sorprendida y mitad ofendida porque a ella, dentro de todo, no le parecía simplemente un compromiso social. Su pensamiento podía sonar como comercial de licores, pero de verdad creía que la Navidad era un momento para estar con los seres queridos y compartir buenos momentos con ellos, especialmente si no tenían la oportunidad de hacerlo con frecuencia. Aunque ella y Martina se vieran todos los días, de todas maneras le hacía cierta ilusión que compartieran algo así, una especie de lazo familiar.

―Alguna vez. Mis padres hacen una cena a la que invitan a media familia, pero a mí me dejaron de interesar esas cosas ―había respondido alzándose de hombros y esbozando una sonrisa ligeramente apenada, quizá porque percibía que a Nube no le hacía mucha gracia esa conversación, pero sin dejar de denotar hastío en la voz―. Creo que viene del tiempo en que perdí las esperanzas en la vida. O quizá nunca me haya gustado tanto, no lo sé, no lo recuerdo. Pero creo que hasta me pone de mal humor ver gente feliz sólo por una celebración que ocurre cada año.

“Lo mismo pasa con los cumpleaños”, quiso rebatir Nube, sobe todo teniendo en cuenta que Martina se la había pasado hostigándola la última semana porque se acercaba enero, sería su cumpleaños y quería ideas de regalos. No había parado de interrogarla sobre cómo solía celebrar, los regalos que más le gustaban y si le parecían bien las fiestas sorpresa, todo jurando que ella jamás organizaría una.

―Oh, bueno ―había dicho Nube al final, con un suspiro un poco decepcionado, porque no se le había ocurrido qué más añadir sin sentir que estaba echando a perder algo. Después de todo, era normal que Martina se sintiera así, ¿no? Y si Martina se sentía incómoda en la Navidad, ¿quién era ella para exacerbar ese sentimiento? Ya vendrían otras festividades que sí podrían celebrar y el hecho que no hicieran cena no quitaba que pasaran ese tiempo juntas.

Así que en esa conversación habían decidido, a pesar de las diversas soluciones que se le ocurrieron a Nube para superar el obstáculo de no saber cocinar y que, desde luego, no sacó a relucir, que si lo importante de la Navidad era pasar tiempo en familia, entonces ellas podrían sencillamente sentarse a ver el televisor. Con esa idea Martina sí había estado de acuerdo, o por lo menos se había mostrado menos desanimada y había recuperado su estado de despreocupación habitual.

En ese preciso momento a Nube le hace muy feliz esa decisión porque gracias a eso trae puesta la ropa más calientita y pachoncita que tiene y se ha echado encima una cobija que las mantendrá a una buena temperatura durante toda la noche. Además, le causa cierto cosquilleo en el estómago que esa sea su primera Navidad con Martina y también que pueda hacerla cambiar de opinión para el año siguiente. Tiene la idea de que a Martina simplemente le hace falta recordar el espíritu navideño, y hasta le ha comprado un regalito y lo ha guardado muy bien para ayudar a esa causa.

No puede evitar soltar una risita. Es increíble cómo últimamente las cosas más pequeñas pueden hacerla feliz. Tiene la idea de que nunca antes le había pasado eso y lo atribuye inmediatamente, ¿por qué no?, al amor.

―¿Qué es gracioso, cariño? ―pregunta Martina, que va saliendo de la cocina con dos tazas de chocolate de caliente, una en cada mano. Camina con mucho cuidado para no derramar nada y, por fin, las coloca totalmente indemnes en la mesita de centro―. Te estabas riendo.

―Nada, es la Navidad que está en el aire ―dice Nube para ocultar su pequeño secreto, aunque en parte es verdad. Esa época del año tiene un aroma particular, algo así como a libertad, que hace que cualquier persona se ponga de buen humor… Bueno, cualquier persona excepto Martina, al parecer.

Martina se ríe de la manera transparente y simple que acostumbra y le da un besito en la mejilla.

―Eres tan linda.

Nube se sonroja y no es capaz de responder durante algunos segundos. Cuando por fin recupera la capacidad del habla, se da cuenta de que Martina está de nuevo en la cocina.

―¿Se te olvidó algo? ―le grita. Luego piensa que la respuesta obvia es que olvidó hacer las palomitas y ha regresado a eso, así que realmente se sorprende cuando Martina sale de la cocina haciendo equilibrio de nuevo, pero esta vez con dos platos que traen un guisado de pavo―. Martina… ¿eso es…?

―La cena de Navidad que querías. Pero no creas que vamos a sentarnos en el comedor con ese frío. Nos quedamos aquí ―responde con un falso tono de regaño que hace que Nube sonría mucho.

―Creí que en serio no te gustaba esto.

―No me gusta. Pero si a ti sí ―se alza de hombros―. ¿Quién soy yo para quitártelo?

Nube mira el plato que Martina ha colocado frente a ella y se detiene a apreciar las rebanas de pavo, el relleno de carne molida y la ensalada sencilla. Entonces mira a Martina y al plato de nuevo y por alguna razón no puede contener las lágrimas. Ni siquiera se pregunta cómo pudo esconderle algo así si estuvo en la casa todo el día.

Martina no entiende por qué llora Nube, pero no importa. La abraza con suavidad y le da besos pequeños en la cabeza. En realidad sí detesta la Navidad, incluso podría decir que es una de las pocas cosas que odia de verdad, posiblemente porque todos le dan una importancia exagerada, pero no le gustó para nada ver la desilusión en los ojos de su novia cuando le dijo que la celebración no era más que un compromiso. Quizá para muchas personas no es más que eso, pero para ellas dos podría representar algo diferente.

―Vamos, no quieres que se te enfríe, ¿o sí? ―le dice con suavidad.

Nube se aparta de Martina, se seca las lágrimas, vuelve a mirar el plato y le dedica una sonrisa que no puede representar otra cosa que no sea felicidad.

―Espera, espera. Yo también tengo algo para ti.

Nube se levanta y corre hacia la habitación mucho antes de que Martina pueda protestar. También regresa rapidísimo, como si sólo hubiera ido de paso, pero trae un paquetito entre las dos manos y lo lleva de la misma manera que se carga un objeto muy valioso.

―Para ti ―declara con una risita ofreciéndole el paquetito a Martina.

Martina vacila durante medio segundo y ruega que no se le note el sonrojo. No esperaba recibir un regalo… no hasta su cumpleaños, que es algo que siempre le ha parecido digno de celebrar porque uno no puede dejar pasar los años así como así. Se enfoca en la cajita y nota claramente  que Nube la envolvió, lo cual hace que Martina suelte una risita. Por fin abre la caja y... le encanta, simplemente le encanta.

―¿Cómo sabías que me gustaban las mariposas? Creo que nunca te lo había dicho ―pregunta, sinceramente sorprendida, sinceramente halagada. Nube ha tenido la fantástica idea de regalarle un collar de plata con un dije de una mariposa de alas negras. Se lo cuelga inmediatamente y le encanta lo bien que encaja con ella.

―Tuve esa impresión. A veces te quedas viendo por la ventana y, bueno, supuse que era eso.

Martina le sonríe cálidamente y Nube le corresponde. No llevan mucho tiempo juntas pero es increíble lo rápido que progresa todo, lo fácil que resulta y lo bonito que les parece a ambas.

―Vamos a comer, Martina, que se nos va a enfriar el pavo.

―Yo creo que ya se enfrió un poco.

―Bueno, pues no importa, que esté frío no quita que sea pavo.

―Sabes que puedo ir a calentarlo, ¿verdad?

―No, hace demasiado frío para que te alejes de mí. El otro año comeremos algo más caliente ―amenaza Nube con una sonrisilla que indica que habla en serio.

Martina no puede hacer nada que no sea reírse. Está bien. El otro año estarán juntas y tendrán una cena de verdad, en el comedor en vez del sillón, y quizá hasta comerán algo que ambas hayan preparado en casa. Tendrán que trabajar mucho para aprender a hacer platillos tan complicados pero no importa, dicen que querer es poder y ellas quieren mucho.

Se sientan muy juntas en el sofá y comienzan a comer su pavo ligeramente frío y a beber su chocolate que ya está más bien tibio. Están viendo la tercera película de la velada cuando da la medianoche y comienza de verdad la Navidad pero ninguna de las dos se da cuenta porque están muy ocupadas abrazándose, compartiendo besos ocasionales y sintiendo que nada podría hacerlas más felices que la prolongación eterna de ese momento.

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