viernes, 24 de noviembre de 2017

[Deep Deep Ocean] 9. El mundo es un lugar inhóspito


9. El mundo es un lugar inhóspito



Sabe que ha estado durmiendo y que lleva un rato con los ojos abiertos, despierta totalmente pero a la vez vagando entre la conciencia y la inconciencia. Recuerda haber visto figuras borrosas, rostros vagamente reconocibles, y haber escuchado palabras amables y medidas, carentes por completo de significado. Quiere hablar, llamar a alguien, a alguien, alguien...

―Nube…

Reconoce su nombre. Así se llama, ¿no? Una broma cruel de sus padres para que durante toda su vida siempre apareciera alguna persona listilla e indicara que su nombre es igual al de esas... cosas... que vagan por el cielo y a veces se llenan de agua y dejan caer lluvia. Pero ella no llueve, así como tampoco vive en el cielo. Ella es una persona que...

―¿Qué hago aquí?

―¿Aquí dónde, amor? ¿Sabes dónde estás? ―le responde una voz serena, conocida, la misma que le habló por su odioso nombre.

Cierra los ojos y siente que la oscuridad la llama. Está tan cansada que quisiera dormir para siempre, nunca más despertar y... ¡No! Abre los ojos de golpe, asustada. Siente un cosquilleo incómodo en las palmas de las manos y el sudor perlándole la frente. Parpadea un par de veces y se esfuerza por enfocar el rostro preocupado que la mira desde arriba. Repasa sus facciones delicadas, sus labios entreabiertos, generosos, con un cierto toque de sensualidad inadvertido, y ese cabello lacio, morado, a la altura del hombro... Algo se ilumina en su interior y el pecho le palpita y le duele de forma inesperada.

―¿Martina?

―Hola, ¿cómo te sientes?

―Mmm, no lo sé. Creo que me duele la cabeza. Y no recuerdo…

En medio de la frase su mirada se queda prendida de los ojos grandes, oscuros y terriblemente tristes de esa mujer que resulta ser su novia. La confusión inicial se esfuma con lentitud y comprende entonces dónde está, qué ha hecho y por qué... Dirige una mirada rápida hacia su antebrazo izquierdo y lo descubre apenas cubierto por gasas. Se pregunta si todo estará bien ahí abajo.

―No te preocupes, ni siquiera fue necesario ponerte suturas ―aclara Martina como si le hubiera leído la mente.

Nube deja salir un suspiro de alivio y, sin darse cuenta ni proponérselo, comienza a llorar. Se siente tan estúpida, real y verdaderamente estúpida. No puede creer que haya sido capaz de lastimarse así, de ponerse en peligro y, sobre todo, de causar esa mirada de infinita tristeza en Martina. Y todo porque es incapaz de contener todas las emociones y sensaciones horribles que guarda en su interior cuando habla con su padre, o piensa en su padre, o se menciona a su padre. Está segura de que algo está mal con ella y tiene la idea de que quizá, posiblemente, debería pedir ayuda porque vivir con libertad resulta muy fácil cuando está con Martina pero cuando ella no está…

―Perdóname, Martina, yo no quería esto ―murmura haciendo un enorme esfuerzo por pronunciar claramente las palabras, por evitar que se empañen con su llanto. Se siente tan triste, tan miserable, tan mal por ser como es y no poder cambiar.

―Está bien, no pasó nada grave. Sólo te hiciste un poco de daño, te dio un ataque de pánico, te desmayaste y terminaste en el hospital, no es la gran cosa ―le dice con una sonrisita y una entonación que pretenden ser traviesas y con las que seguramente intenta hacerla sentir mejor. Pero Nube no puede ignorar la tristeza que siguen reflejando sus ojos.

―Pero lo que hice estuvo mal… muy mal.

Martina se alza de hombros.

―Está bien. No sabes cuánto me alegra que no te haya pasado nada.

Pero Nube sabe que no está bien. Además de la tristeza, puede ver la culpa y el dolor en los ojos de Martina. Le gustaría preguntarle exactamente qué cosa le da esa sensación de culpabilidad. ¿Es haberla dejado sola tanto tiempo? ¿Es no haber podido protegerla? ¿Es quizá haberle dado la idea con la historia de su propio intento de suicidio? ¿Es haberle dado tanta prioridad a su trabajo? ¿Es algo que ella no alcanza a entender y que tal vez jamás entenderá?

No sabe qué palabras usar para decirle que no es su error, que no fue su responsabilidad y que ella no debe cargar con todos los problemas que Nube tiene porque no sería justo. Quiere decirle que necesita ayuda profesional, aunque no sabe exactamente qué tipo de ayuda es esa. Deja de llorar con mucha suavidad, sin darse cuenta, y cuando se siente lista para respirar de nuevo, nota que sus lágrimas ya se han secado.

Extiende su brazo lastimado lo suficiente para rozar la mano de Martina y le dedica una sonrisa muy pequeña y muy avergonzada. Martina le corresponde, con lágrimas bajando por sus mejillas sin que ella haga nada para impedirlo. ¿Cómo pueden estar tan tristes las dos después de haber compartido seis meses de felicidad? ¿Cómo es posible siquiera? Uno debería estar condicionado para nunca sentirse triste, ni desesperado, ni mal de ninguna forma.

―¿Cuándo podemos irnos? ―pregunta porque cree que el silencio se ha prolongado demasiado y no se le ocurre qué más decir.

Martina se limpia las mejillas y los ojos con la manga de su suéter. Cierra los ojos un segundo, inhala con fuerza y sonríe con un notable esfuerzo. Ese esfuerzo, esa muestra de valor y fortaleza, hace que Nube sienta una punzada en el pecho. No identifica muy bien la sensación, pero algo le da la idea de que justamente podría tratarse de culpa.

―En unos días. Parece que primero debe evaluarte el psiquiatra.

Nube se queda en blanco.

―¿Cómo que el psiquiatra?

―Bueno, cuando te trajeron ingresaste a urgencias como intento de suicidio y...

―Espera, espera, espera. ¿Intento de suicidio? ¿En serio? Tú sabes que yo… ―hace una pausa para intentar poner en orden el torbellino que le da vueltas en la cabeza. Ha sido tan tonta, más tonta de lo que imaginó que podría ser―. Tú sabes que yo no quería suicidarme, sólo… no lo sé, estaba asustada y no se me ocurrió… Demonios, no, no, no.

Martina le coloca una mano en la cabeza y la atrae hacia su cuerpo para poder abrazarla. Si alguien puede ver eso desde afuera, le debe parecer una posición extraña y Nube siente vergüenza por sentirse tan protegida con un gesto que para algunas personas podría ser insignificante y vacuo. Lleva sus brazos hacia las caderas de Martina y las rodea para abrazarla también. Siente cómo una mano de Martina le acaricia el hombro para reconfortarla. Y funciona, lo mejor de todo es que funciona. Después de unos segundos Nube casi ha olvidado la confusión del supuesto intento de suicidio.

―Por eso debe verte el psiquiatra. Así tú podrás decirle que no quería suicidarte, que sólo estabas pasando por un mal momento, ¿sí? ―le dice con voz reconfortante, como si le estuviera explicando a un niño pequeño por qué deben ponerle una inyección contra su voluntad.

Nube asiente. Sí, sólo será eso. Nada puede ir mal, ¿cierto? Deshace el abrazo mientras una idea se abre paso rápidamente a través de su mente.

―Martina, ¿cuánto tiempo llevo aquí?

―Unas 12 horas. Pasaste la noche aquí. Y antes de que te quejes por haber dormido tanto, te dieron medicamentos para estabilizarte.

―Entiendo, entiendo ―dice Nube mientras asiente con la cabeza―. Mmm, entonces no te he dicho qué pasó.

―No. Murmuraste varias cosas cuando me llamaste anoche pero en realidad sólo entendí lo suficiente para llamar una ambulancia y salir corriendo del trabajo ―responde con una risita que parece un pariente lejano de su risa transparente habitual. Quizá la tristeza le da ese timbre tan distinto.

―¿Y no te dijeron nada en el trabajo?

―Eh… bueno, no mucho. Dije que mi madre había tenido un accidente y de todas maneras tengo que volver mañana a revisar los últimos detalles. Dejé a cargo a Román y ya sabes que no termina de convencerme su trabajo.

―Sí, me lo has dicho muchas veces ―dice riendo un poquito, con una suavidad inesperada para ella―. ¿Y mi trabajo?

―No te preocupes, llamé para decir que estabas muy enferma y que no podrías ir durante algunos días. No dije lo de tu… accidente porque luego la gente no es muy comprensiva y… ―desvía su mirada hacia su propio antebrazo, haciendo referencia a sus propias cicatrices― prefiero que no te molesten con cosas así.

―Gracias.

Guardan silencio unos momentos. Nube está intentando acomodar los hechos. Supone que lo que ha hecho es algo grave y que Martina tiene razón y lo mejor es que los demás no se enteren. No sabe qué podría ocurrir si se supiera que ella… cometió un intento de suicidio, aunque no tuviera esa intención en realidad. No cree que nadie vaya a tomarse el tiempo de preguntarle si de verdad pretendía morir cuando hizo esa estupidez.

―Nube…

―¿Qué fue?

―¿Entonces qué pasó? ¿Qué hizo que te pusieras así?

―Ah, eso ―y la sola mención al hecho hace que sienta que el mundo es un lugar un poco más inhóspito para ella―. Llamó mi padre. Ya sabes que no hablo con él desde antes de que tú y yo empezáramos a salir. Dijo cosas... no recuerdo muy bien cuáles. Creo que me ha desheredado oficialmente ―suelta una risita hueca, sin rastro de humor en ella―. De cierta forma es un alivio, ¿sabes? Pero en ese momento no pude contener el miedo, la ansiedad… toda esa desesperación. Me habría gustado que estuvieras a mi lado, así podrías haberme abrazado y todo habría sido mejor.

Martina respira profundamente, con dificultad, controlándose para no dejar salir las lágrimas que se agolpan en sus ojos. Siente que le ha fallado a Nube y el pensamiento le causa tanto dolor que le cuesta existir. Le hace un gesto con la cabeza para indicarle que le haga un hueco en su incómoda cama de hospital y se acuesta junto a ella.

―No sabes cuánto lamento no haber estado contigo en ese momento, Nube. Perdóname por haberte abandonado ―murmura, de nuevo poniendo todo de su parte para no llorar y abrazándola con mucha fuerza.

―No me abandonaste. Después de todo estabas ahí cuando te llamé, ¿no? Si no hubieras estado ahí… No lo sé ―se alza de hombros o por lo menos lo intenta porque es difícil alzarse de hombros estando acostado y en medio de un abrazo―. En serio creí que iba a morirme. Así que de verdad agradezco que me cuides aunque estés lejos. En serio muchas gracias, no sé qué haría sin ti.

Martina oculta su cara en el hueco del cuello de Nube y llora un poquito, sólo un poquito. Siente tanto alivio, tanto, porque ahora sabe que Nube no la culpa de nada.

―Gracias a ti por estar conmigo ―susurra Martina tratando de que no se note que está llorando. De todas maneras Nube lo sabe porque siente la humedad de sus lágrimas en el cuello.

Nube sonríe y con mucha lentitud susurra las únicas dos palabras que había tenido miedo de decirle a Martina.

―Te amo.

―Y yo te amo a ti.

Ambas sonríen. Saben que dentro de un tiempo deberán separarse y que probablemente sea porque alguna enfermera entrará a la habitación y las regañará, pero por el momento pueden seguir disfrutando su abrazo y sus lágrimas y ese alivio que tal vez no deberían sentir pero que está ahí y las hace muy felices. Sólo necesitan estar así un poco más para tener la convicción de que todo estará bien a pesar de lo tontas que pueden llegar a ser.

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