Es lunes y hace calor.
Tiene el ventilador de frente y aun así los muslos se le pegan al sofá. Pero no
puede moverse, no hasta que llegue Katia y la lleve a comer como prometió hace
tres días. Se puso falda porque le pareció que era la vestimenta ideal para una
cita que terminaría en algo apasionado. Ahora lo lamenta.
Últimamente ya no pasa
nada apasionado y ella lo extraña. Katia no, o esa impresión le da. Hay noches
que incluso se desnuda y se mete a la cama a su lado, se pega al cuerpo
semidesnudo de Katia y ella sólo le susurra que no es el momento adecuado. No
recuerda que antes, cuando empezaron a vivir juntas, necesitaran momentos
específicos para entregarse a las labores del amor.
Supone que es el tiempo,
la rutina, el trabajo, las excusas habituales de las parejas casadas. Aunque
ellas no están casadas… Todo debería ser diferente.
También ha pasado mucho
tiempo desde la última vez que comieron juntas, tal vez un año. Katia obtuvo un
mejor trabajo y ahora trabaja más horas, así que ya no llega a comer. Por eso
ella ya no cocina, no vale la pena si es sólo para ella. De hecho, ha
adelgazado un poco, lo nota en la marca que deja su trasero cuando se levanta
del sofá para aumentar la velocidad del ventilador y cambiar de posición.
Está un poco entumida y
el aletargamiento del sueño la empieza a invadir. Ese día se peinó, se perfumó,
planchó la ropa. No quiere arruinar nada quedándose dormida en una posición
desagradable. Se acomoda un poco, despacio, con cuidado. Recarga la cabeza en
el brazo del sofá, estira las piernas, deja de pensar...
Sigue siendo lunes cuando
despierta. Tiene frío. La sala está oscura, el ventilador sigue encendido y
está segura de que su ropa se arrugó. Prende las luces y la televisión, mira la
hora. Once cuarenta y cinco. Tiene hambre o por lo menos siente el estómago
vacío, aunque podría ser otro síntoma del dolor. Katia volvió a olvidarlo.
Llora un poco, lo suficiente para aliviar la presión en el pecho pero no tanto
para que se le enrojezcan los ojos.
Camina hacia la
habitación y se mete en la cama. Ruega que todo esté bien. Le queda sólo el
consuelo del sueño.
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