miércoles, 11 de mayo de 2016

Duchas





Sabe que la miro demasiado, que me aprovecho del hecho de que en las duchas no hay puertas ni cortinas. Y a veces ella me devuelve la mirada, como cuestionándome, retándome a admitir que traigo algo raro.

Aun así no se cubre, no se baña pudorosamente como tres cuartas partes de las chicas que comparten este espacio. La he visto salir de la alberca, agarrar su jabón y su shampoo, meterse bajo una ducha y comenzar a platicar con la primera persona que se pone a su lado.

Nunca es conmigo porque me da vergüenza bañarme tan cerca. Prefiero tomar mi distancia, cruzar palabras amables con las únicas dos mujeres con las que he entablado una especie de amistad y observarla con disimulo. Me incluyo en esas tres cuartas partes que se bañan pudorosamente, como ocultando algo.

Intento ponerle  atención a todos sus movimientos, fundirme en los detalles. A estas alturas sería capaz de describir perfectamente todo lo que hace durante esos seis minutos y medio.

Hoy mis ojos se cruzan con los de ella y siento que me sonrojo. Estaba concentrada en el amable vaivén de sus senos y me da pena que lo note, que sea tan obvio. Levanto la mirada de nuevo y la encuentro envuelta en la toalla, lista para vestirse. Sigo con mi vida, termino de bañarme, me tomo mi tiempo.

Es la primera vez que me tardo tanto y sólo quedan tres chicas más, todas vestidas. Es curioso pero ella es la única mujer que me ha interesado así, la única que he mirado con tanta atención, con deseo. No soy lesbiana, simplemente me gusta su cuerpo.

― ¿Por qué me miras tanto?

Mi corazón se detiene unos instantes. No habíamos hablado en estos tres meses y se siente extraño, me dan cosquillas en las palmas de las manos.

Está detrás de mí. Me doy la vuelta. Por suerte ya terminé de ponerme ropa y prácticamente no tengo nada de qué avergonzarme.

― No lo sé ―respondo casi con sinceridad. Un poquito de verdad debe haber en eso.

Las chicas que aún quedan en el lugar se despiden. Respondemos entre dientes, bajito, con palabras que en realidad no se entienden. Luego nos miramos. No sé qué decir y supongo que ella tampoco. Mi respuesta la ha tomado por sorpresa.

― ¿Vienes diario? ―pregunta, casual, amigable.

― Los mismos días que tú ―contesto, hundiéndome en el hecho de que la espío, restregándoselo en la cara como si ella no lo hubiera notado ya.

― Ya… ―se empieza a dar la vuelta. No quiero que se vaya, no quiero que se me escape de entre los dedos como la arena en la playa. Estoy tan cerca… No sé bien de qué pero supongo que no importa.

― ¡Espera! ―mi llamado es patético, demasiado fuerte para el lugar y la situación.

― ¿Qué pasa? ―dice volviendo a quedar de frente. En medio del alivio, lo único que puedo pensar es que tiene ojos bonitos, pequeños y oscuros, con pestañas gruesas.

Dudo. Vacilo. No sé qué quiero. Es la primera vez que me pasa esto con una chica y... Cierro los ojos de golpe cuando siento sus labios sobre los míos. Es un beso pequeño, suave, sin pasión ni compromiso.

― Sólo quería ver qué se sentía ―me explica―. Nunca antes había besado a una chica y parece que te gusto.

Ríe un poco, con gracia, y su voz me atraviesa el corazón.

― Siempre están mirándome ―continúa― y creí que… ya sabes, creí que no estaría mal besarte.

Quiero decir que no me gusta pero las palabras no salen de mi boca. Si lo digo entonces resulta cierto, ¿no? Y si es cierto no puedo pedirle que me bese de nuevo.

― Podríamos salir a tomar algo ―digo por fin―. No sé, un café, un té, algo. Nos vemos todos los días pero no nos conocemos y sería entretenido. Me caes bien.

Mi voz aparenta seguridad y me alegra enormemente que así sea. Ella sonríe y su sonrisa también es bonita. Miro sus labios con detenimiento y me cuesta creer que hayan estado sobre los míos unos minutos antes. Se ven tan lejanos, tan ajenos, tan reservados para alguien más.

― Genial, es una gran idea. Por cierto, me llamo Isabel, mucho gusto.

― Mucho gusto. Yo soy Sofía.

Le tiendo la mano, me la estrecha y su calor también se siente bien. Nos reímos al mismo tiempo, nos soltamos la mano. Espero que de ahora en adelante pueda mirarla de cerca en las duchas. Sí, eso sería bueno.

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