martes, 30 de junio de 2015

Añoranza

Decidieron olvidar. Fingir que no era cierto y que ni siquiera había pasado. Seguir tomándose de las manos pero con poca convicción, con menos fuerza, con demasiado nerviosismo. Secar las lágrimas de la otra cada vez con menos frecuencia. Dejar de contarse secretos por las noches, cuando alguna de las dos se quedaba a dormir en casa de la otra y pretendían estar lo suficientemente borrachas como para hablar de más.

Decidieron no llamarse más con apodos cariñosos. No enviar el acostumbrado mensaje de buenos días ni ayudarse con las tareas. Dejar de salir los fines de semana alegando que habían hecho un compromiso con meses de anticipación aunque ambas supieran que se quedarían en casa aplastadas en el sofá viendo el televisor. Ignorar las llamadas de la otra cada vez más a menudo.

Decidieron callar. Evitar siquiera pensar en las palabras pronunciadas con tan pasmosa deliberación. En el roce casual de los labios. En la suavidad de las manos ajenas. En el sonrojo de las mejillas y la mirada nublada. En esa tarde de viernes a solas en la que quisieron apagar la luz y comprobar que los asuntos de amor no se podían tratar entre amigas. Y olvidar que fallaron terriblemente.

Decidieron vivir con la añoranza. Fingir, pretender, hacer una vida completamente separada de la otra. Desterrar los recuerdos de los años que pasaron juntas y romper esa fotografía en la que las dos llevaban traje de baño y cola de caballo y una enorme sonrisa en la cara.

Simplemente decidieron olvidar.

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