martes, 20 de octubre de 2015

Un abrazo húmedo

Tiene los ojos rojos y preocupados, cansados de tanto llorar. Y mira incesantemente a la mujer que se acuesta a su lado desnuda, con la espalda hacia ella, indiferente a su sufrimiento. Suspira, se arma de valor y recorre su cuello con sus dedos fríos. Las uñas se le han puesto moradas después de pasar las últimas tres horas fuera de los incómodos y extraños cobertores de una cama de hotel y siente que por fin llega sangre a ellas.

La otra mujer se mueve incómoda debido al roce casi imperceptible que se ha producido fuera de las horas de servicio establecidas. Intenta no abrir los ojos, no voltear a ver a su amante ocasional, no interrumpir el contacto de una manera poco elegante. Aprieta los ojos y se enfoca en repetir el nombre de la mujer con la que ha decidido atormentarse. Elisa.

Elisa ha cambiado de táctica. En lugar de tocarle el cuello, la abraza y sus manos se deslizan por sus pechos generosos y redondos, ligeramente caídos. Aprieta un poco los pezones y siente que se ponen erectos. Siente el triunfo en su interior, una pequeña muestra de su poder. Le da un beso en la parte de la espalda que le queda frente a la boca y sonríe. Está cansada y adolorida. Quiere empezar a gritar sus motivos para haber accedido a pasar esa noche con Ana cuando se había jurado que no volvería a pasar. Sus dedos ya no aprietan los pezones ajenos, su boca ya no besa la espalda que no le pertenece, sus ojos se humectan con lágrimas propias.

Ana siente la humedad en la espalda y se maldice. Sabe que debería hacer algo, abrazarla, decirle palabras bonitas, mentirle, pero se siente poco dispuesta a cualquier acto. Sólo lo deja pasar, alejarse de ella, no involucrarse. Deja de contener la respiración cuando Elisa afloja el abrazo. El familiar sonido de los resortes de la cama le indica que se ha levantado y el ruido de un cierre subiéndose que se ha vestido. Se incorpora, cubriendo su desnudez como si Elisa fuera una desconocida.

Elisa la mira y Ana le sostiene la mirada.

― Lo siento mucho ―murmura Ana.

Elisa azota la puerta al salir de la habitación y Ana empieza a llorar. Es un alivio que el televisor del cuarto de a lado ayude a encubrir sus sollozos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario